Una historia de Pequenes.
(Escrito del señor Bichólogo, Rodrigo Castillo del Castillo y Castillo Tapia.
Como amerita y como acostumbramos.
Nos hubiésemos guardado la alegría para nosotros, pero había que agradecer, públicamente, tanto a la persona que confió en nosotros, a la institución gubernamental que actuó prontamente y, a la empresa (constructora) que estuvo llana en apoyar la medida.
Muy buenas tardes tengan, estimadas y estimados amigos
Debemos decir que nos sentimos, si no orgullosos en el pleno sentido de la palabra, sí contentos y satisfechos con nosotros mismos. ¿Por qué? Bueno, no los dejaremos con la duda:
En primer lugar, nos deja contentos el que hayamos podido responder -con oportunidad- a la preocupación de una persona que llegó a nosotros, para contarnos que había encontrado un nidal de pequenes y que éstos estaban en peligro, debido a que se encontraban en terrenos que serían intervenidos prontamente por una empresa constructora. Esta persona confió en nosotros y nos alegra que efectivamente pudimos ayudar a las aves, tal como él lo esperaba.
Una vez que visitamos el lugar y conocimos la situación de primera mano y -lo confesamos- teniendo ciertas dudas sobre el actuar de las entidades gubernamentales correspondientes, buscamos orientación y ayuda con terceros que conocen mejor estos temas. Por consejo y con el intermedio de estas personas, se puso una denuncia en el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), la que condujo a una visita – de dicha entidad – al lugar.
Allí pudieron constatar lo que nosotros ya habíamos visto, que había un nidal con varios polluelos de pequén que, si bien estaban emplumados, no podían todavía volar y desenvolverse por sí mismos. Ante esta situación, se dejó el área bajo la tutela del SAG, con instrucciones a la empresa, que maneja esa área, de no intervenir el sector hasta que los polluelos hayan alcanzado la edad suficiente para poder desplazarse -con su familia- a otro lugar. Obviamente, el momento de hacerlo será determinado por personal del SAG.
Nos complace mucho el haber actuado prontamente, sobre todo porque -mientras esto ocurría- nos enteramos que en una ocasión anterior pasó algo similar y, para cuando llegaron los funcionarios, la empresa (Otra empresa) ya había cubierto el nidal con cemento, dejando a los polluelos desamparados. No todas las personas, y mucho menos todas las empresas, actúan con el adecuado criterio.
Esta vez se consiguió un buen final, pero dejémoslo en claro: no es verdaderamente un final feliz.
No es un final feliz porque -aunque más tarde y en mejor momento- los pequenes igual deberán abandonar no sólo su nidal, sino también el área, ya que toda ella será cubierta con viviendas, y no quedará espacio para una familia tan numerosa. Deberán buscar un nuevo lugar que pueda albergarlos, ya sea en algún espacio dentro de la ciudad -que se los permita- o en sus alrededores.
Los pequenes son grandes cazadores de ratones y de insectos, razón de más para darles un espacio en nuestras ciudades. Lamentablemente, su costumbre de anidar en el suelo le dificulta mucho encontrar un lugar adecuado y seguro.
Esperemos que esta hermosa familia logre establecerse en otra parte, donde haya comida suficiente y donde no llegue el hombre a desplazarlos una vez más.







