2

15 años después

(Y un gaznápiro menos en nuestro camino)

Siempre respetamos a la gente, aunque hay veces en las cuales algunas personas merecen una dosis de su propia medicina y hay que recordarles, constantemente, que habitamos en la tierra, puesto que – inexplicablemente – se sienten levitando por otro planeta.

A lo que nos convoca

Aún recuerdo unas imágenes – sorprendentes – tomadas en la quebrada La Chimba, una quebrada que actualmente es reserva, pero que para el año 1982 no contaba con protección alguna, salvo la distancia que la separaba de nuestra ciudad. En aquel año – y a mediados de septiembre – un conocido matrimonio antofagastino fue de visita a dicho espacio y tuvo la fortuna de encontrarse con una gran cantidad de vegetación, hablamos de cerros totalmente cubiertos de flores y de arbustos, un evento pocas veces visto por estos lares y, lo más relevante, dejaron un gran registro fotográfico.

Pues bien. Dichas imágenes me fueron confiadas y, al revisarlas una a una, nos encontramos con una sorpresa: una especie que nunca habíamos visto en nuestros recorridos y en todos los años de exploración. Mas, pusimos nuestra atención en aquello que nos resultaba conocido y dejamos de lado, como una simple minucia, la presencia de aquella especie desconocida.

Llegó el 2015

Dicho año resultó muy favorable para la naturaleza antofagastina y, a pesar que no llegamos a los niveles históricos, en lo que respecta al agua caída, contamos con bastante vegetación. Nuestros cerros costeros se llenaron de flores y las quebradas rebozaron de vida, especialmente con avifauna e insectos. Tuvimos – en ese entonces – un encuentro que nos dejó perplejos: se trataba de la desconocida planta que habíamos visto en las antiguas imágenes. Esta especie no sólo se encontraba por La Chimba, sino también por otras quebradas aledañas y, sin ser muy numerosa, sus flores tan características la hacían resaltar entre la exuberante vegetación de aquella temporada.

Por aquellas fechas, contamos con la visita de un reconocido personaje de la flora nacional que, sin ser profesional de dicha área, era bastante respetado y apreciado en el medio por su saber. Fue él quien se contactó con un botánico capitalino, docente y conocedor, para mostrarle aquella planta, pero no fue bien recibido. No sólo miró de soslayo a dicha especie, como algo indigno de su atención, sino que también mostró la misma indiferencia y desprecio para con nuestras personas. Nos vio como algo insignificante, como unos pseudo aprendices de naturalistas, personas que no merecían la atención de tan elevado ser y esto nos lo hizo saber.

Este fue el gaznápiro en nuestro camino que comentó – de modo burlón – que nuestra especie era una petunia o, quizás, una rareza creada por nosotros mismos sólo para llamar la atención. He de comentarles que dicho individuo sigue pululando por las calles de la ciencia.

Pues bien, este año, el 2025, luego de algunas lluvias que resultaron algo más abundantes de los tradicionales 1 o 2 milímetros anuales, logramos encontrar nuevamente a esta planta, pero ahora por los acantilados del Cerro Coloso. Nos referimos a la misma especie, con la misma flor y el mismo crecimiento, y he de confesarles que habíamos logrado su identificación, pero nos ganó la inseguridad, aquello de no sentirnos aptos para brindar nombres, mas, revisando la literatura, los estudios y un cuanto hay, podemos decir que la especie en cuestión no puede ser otra que Solanum montanum L., conocida en el Perú como “Papa de Montaña”.

¿Cómo llegamos al nombre?

Los individuos encontrados – en esas diversas ocasiones – contaban con las características y el crecimiento de las Solanáceas, familia de los tomatillos. A partir de allí había que buscar las especies presentes en nuestra región (en la cordillera costera) y contrastar las imágenes, los herbarios y los estudios para su identificación. Parece fácil, pero antaño (sin IA) era muy complejo. Actualmente, con las nuevas plataformas, nos permiten una búsqueda más rápida y más acertada. Esta búsqueda nos llevó a los oasis de niebla (Lomas) del Perú, en donde contaban con algunas imágenes con las que pudimos comparar.

Ahora, según Kew, de la Royal Botanic Gardens, institución que cuenta en su Catálogo de Herbarios con 34 registros sobre esta especie, todos ellos en el Perú (salvo uno en Ecuador de A. Sinclair en junio del 2006) indica que la Solanum montanum es nativa de Chile Central, Chile Norte y el Perú, pero revisando los herbarios y las imágenes nacionales (las que puedan estar a nuestra disposición) difieren de las imágenes que nosotros poseemos y de las imágenes y herbarios del vecino país.

Hemos sido testigos, en la naturaleza, de ciertas variaciones en algunas especies (hibridaciones) variaciones que pueden darse por múltiples factores, lo que no indicaría que estemos ante una nueva especie, pero es tanta la diferencia entre estos individuos (chilenos y peruanos) que podríamos inferir que estamos ante un gran hallazgo.

Lo que sí tenemos claro, es que esta especie no es una Petunia y –mucho menos- un invento nuestro. Es una especie nativa de nuestro país, viva y presente en Antofagasta, le guste o no a aquel “experto”.  Me olvidaba, debe andar orbitando por saturno y no nos escuchara (leerá)

Loading