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Tras Aquella Roca

(La Llagunoa glandulosa)

Han de saber que, cada palmo de terreno de este desierto, cada quebrada, cada cumbre y cada grieta contiene una gran diversidad, hablamos de flora y de fauna, y muchas de estas especies presentan una gran adaptación al territorio que las contiene y por lo anterior resulta tan necesario el prestar bastante atención a todo aquello que crezca, se mueva, repte o vuele por dichos lugares. Hemos de tener presente que, lo que vemos – lo que vamos encontrando – no es lo que hay, es lo que va quedando de un pasado no tan remoto pero muy diferente.

Al sur de Paposo y al norte de Taltal

Comenzamos nuestro avance por la quebrada principal a eso del mediodía, apenas llegamos por dicho territorio desde la capital regional, Antofagasta. La camanchaca estaba presente, pero solamente cubriendo tenuemente al sol, lo que daba una sensación de frescura, en donde se perciben los aromas, los olores y la penosa certeza que no encontraríamos bicho alguno por todo nuestro trayecto. Es lo que hemos aprendido en tantos años de caminata, cuando no hay sol, no hay bichos.

Avanzamos muy lentamente por un terreno casi prístino, poco conocido y surcado por las grietas y arrastres de las continuas riadas, la idea era llegar a lo más profundo y lo más arriba de la cordillera costera.

Son las cactáceas columnares las que dominan gran parte de este terreno, especialmente las laderas, con sus frutos vistosos y carnosos llamados copaos, las Copiapoas aún cuentan con sus flores encendidas, de un amarillo pálido, al igual que las Eriosyces.

No todo por aquí es flor.

Gran parte de la vegetación comienza a entrar en su letargo de otoño y las aves – frenéticas – consiguen los últimos insectos o granos antes de entrar en las carencias o migrar. Todo un espectáculo.

Por la mitad de la Quebrada.

Tras una enorme roca desprendida desde las cumbres, quién sabe cuándo, nos encontramos con una gran cantidad de Tillandsias en flor, el clavel de aire, algo que hemos visto muy pocas veces y también nos encontramos con un par de arbustos muy extraños. Son años recorriendo estos parajes y es la primera vez que los vemos y había que procurar su identificación.

Sorpresa, la literatura dice que esta especie se encuentra presente en Antofagasta casi de manera habitual, es decir, en todo el territorio de la comuna de Taltal (por la costa) y es la primera vez que la vemos. Su distribución total llega hasta más allá de Santiago, pero nos queda la duda sobre su presencia en Antofagasta. Tal vez antaño, era más fácil el encontrarla, pero en la actualidad no es así. Si se siguen replicando lo antiguos estudios (de los antiguos botánicos) quedará la idea que contamos con muchas más especies de las que vemos hoy en día, por lo tanto, resulta necesario actualizar el catastro de la flora de toda nuestra región.

La especie encontrada

La Llagunoa glandulosa, perteneciente a la familia Sapindaceae, que es más conocida como atutemo o árbol de cuentas, es una planta de esas que se supone que se encuentran en nuestra Región, pero no se suelen ver.

El género Llagunoa no abarca muchas especies y, si dejamos aparte algunas cuyo status está en estado de duda, nos restarían sólo 3:    Llagunoa glandulosa, que es endémica de Chile; Llagunoa nitida, presente en Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú y Llagunoa venezuelana, la que, como su nombre indica, es endémica de Venezuela.

Esta especie nuestra, según algunos antiguos catálogos, se encuentra en nuestro país desde Antofagasta hasta O’higgins, pero actualmente se considera que solo está presente desde Coquimbo.

Es un bonito arbusto, siempre verde, que habita en laderas y fondos de quebradas y en terrenos pedregosos de la zona litoral, generalmente al amparo de grandes rocas, entre los 500 y los 2000 m.snm. Puede alcanzar una altura de hasta 2 metros y posee un buen follaje, formado por hojas con el borde notoriamente dentado, característica que permite identificarla fácilmente.

Lamentablemente, dada la época del año, no llegamos a observar sus curiosas flores verdosas -que carecen de pétalos- ni tampoco sus frutos, formados por 3 lóbulos, que encierran cada uno una semilla oscura muy redonda que antaño se usaba para confeccionar collares, lo que le dio su nombre de árbol de cuentas.

Sólo pudimos ver las vainas abiertas, que adquieren un aspecto que recuerda a flores, y algunas de sus semillas regadas bajo el follaje.

Sin embargo, eso es mucho más de lo que han visto otros, ya que no es una planta que se pueda ver con frecuencia. Esperamos en el invierno o la próxima primavera poder mostrarles lo que queda pendiente: sus llamativas flores y sus frutos, ya que es en esa época cuando florece.

No resulta fácil el catastrar el patrimonio natural de nuestra región, no es fácil, y no nos arrogamos dicha tarea, pero la queremos hacer.

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